En Chihuahua, el centro es un cuerpo vivo: es convivencia. Está hecho de gestos que se repiten y de sonidos que habitan sus esquinas.
Por Paulina Adila Armendáriz Gómez
Rompiendo con la ya tradicional función infantil de los domingos al mediodía, Teatro Bárbaro presenta Encuentros, una obra que hace honor a su nombre desde el inicio: un encuentro entre los actores y el público. Los espectadores son invitados a tomar café, como si estuvieran en casa de un vecino. Y así se siente: el ambiente es cálido y familiar. La escenografía recrea una sala-comedor que podría pertenecer a cualquiera, ese lugar donde entre pláticas de sobremesa se comparten vivencias, pensamientos, alegrías y vulnerabilidades; donde se ríe y se llora.
La cotidianidad del padre orgulloso y trabajador que pasa sus días recorriendo caminos sin tiempo para detenerse a contemplar los edificios; la coincidencia de la maestra con sus alumnos —hijos de trabajadores del gobierno y también de ambulantes— que conoce historias de vida a veces tan injustas para seres tan pequeños; el desamparo de los desplazados que se ven obligados a dejar atrás su arraigo para intentar echar raíces en lugares donde son mal recibidos, como si la decisión de destruir su identidad, su patrimonio, su tierra y su historia hubiera sido propia; la invisibilidad de los marginados que solo buscan sobrevivir un día más en medio de una sociedad indolente.