CORREDORES DE CORAZÓN – LILIANA BOLÍVAR

“Arewà-tima”.

Traducción: Dar el alma.

En el ateneo de nuestra Sierra Madre Occidental, donde encontramos aquellos bosques inmensos, cascadas encubiertas y montañas inabordables; el pueblo rarámuri corre alrededor creando leyendas en cada avanzar. Es por ello que no debemos de olvidar que los tarahumaras se llaman a sí mismos rarámuri, palabra que cuenta con el significado de corredores a pie; vocablo procedente de las raíces: rará (pie) y muri (correr).  

Su historia de lucha y entrega inicia alrededor de 400 años atrás, donde no solo han demostrado su valentía y firmeza; sino también su amor e ímpetu por sus tierras.

Las memorias tarahumaras nos cuentan que con la llegada de los españoles y sus distintas conquistas en el estado de Chihuahua, alrededor de la mitad del siglo XVI se vieron obligados a refugiarse en nuestra Sierra Madre Occidental. Pese a esto llegaron a ser obligados a prestar trabajo en las minas en el apogeo de esta actividad por el siglo XVII; además, de que los Jesuitas creaban misiones “amistosas” con la intención de evangelizarlos y logrando sustituir a los caciques (principal gobernante) con nuevos mandos. 

A pesar de esto, hubo sucesos que marcaron un antes y después en nuestra historia; fueron las distintas rebeliones que imposibilitaron la consolidación del sistema misional durante el siglo XVII:

  • En 1651 los tarahumaras se levantaron en armas contra los españoles, debido al disgusto provocado por la ocupación permanente del Valle de Papigochi por parte de los españoles. 
  • Dos años después los naturales fueron forzados a pactar la paz por la destrucción de sus siembras; a cambio, los españoles abandonaron la sierra.

Continuando con nuestro relato; durante el siglo XIX, hubo distintas migraciones por parte de los tarahumaras hacia otras regiones, esto debido por las leyes de desamortización dictadas en 1856, muchos mestizos empezaron a llegar a la región, apoderándose de las tierras tarahumaras. A consecuencia de estos sucesos, en 1876 sucedió la rebelión de los rarámuris de Nonoava, tras la cual los nativos recobraron la paz y parte de sus tierras.

Llegando a la era de la revolución, los tarahumaras participaron en las filas del ejército villista. Su intervención fue sin duda resaltante; ya que, gracias a su conocimiento sobre el terreno salvaje de la Sierra Madre Occidental, lograron inspeccionar con victoria las fuerzas federales, obteniendo consigo que los revolucionarios salieran victoriosos en la batalla de Ciudad Juárez en mayo de 1911. 

La historia del pueblo tarahumara nos recuerda que: En cada una de las inmensas cascadas de nuestra Sierra, en las raíces de cada árbol, en las grietas de toda montaña; corre la leyenda de aquellos pies que amaron sus tierras, recordándonos el significado de pertenecer, pero sobretodo permanecer en aquel lugar donde logramos dar el alma.

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