Con la casa llena presentan en sociedad “A la vera del camino” relatos de Leo Zavala Ramírez 

Por Viviana Yolotzin Mendoza Hernández

Este jueves 21 de septiembre a las 19:00 horas, una fila llamó la atención de la gente en el centro de la ciudad. Era algo que desde la pandemia no se veía en los “Jueves de Puertas Abiertas” de Casa Chihuahua, pues el registro de los visitantes (un requisito desde la pandemia) llegó a superar lo esperado y fue una de las varias muestras del entusiasmo generado por la presentación del libro “A la vera del camino” del maestro Leo Zavala Ramírez. Quien estaba conmovido de la respuesta a sus invitaciones, llamadas y visitas para compartir la noticia de este, su quinto libro, en la víspera del otoño. 

Este texto publicado por él mismo y con fotografías de su propia autoría tiene como propósito  preservar la memoria y contribuir al intercambio de creencias, conocimientos, costumbres y capacidades del acervo cultural que, de múltiples formas, todos alimentamos a diario, configurando así las singularidades identitarias de nuestra sociedad.

Es una compilación de pequeñas historias de la vida cotidiana que ponderan luchas, valores y anhelos humanos, puestas por escrito para visibilizar actitudes y conductas anónimas que, a menudo, se van olvidando por no rescatarse a tiempo.

Dedicado a sus nietas, el libro cuenta diversas experiencias que vivió, escuchó y meditó a lo largo de su carrera y que tomaron brillo ante los retos que significó la epidemia de COVID 19, donde el miedo llegó a imperar y se valoró lo cotidiano y las anécdotas compartidas. 

La idea es poder ver que la vida, aún con sus retos y sufrimientos es valiosa y bella. Es detenerse a compartirla. 

En eso estuvieron de acuerdo sus invitados Gabriela Servín Herrera, Gustavo Macedo Pérez y Jesús Chávez Marín.

Gabriela Servín Herrera inició el intercambio de experiencias acerca del libro y dijo:

“Escribir es revivir la memoria. Los recuerdos los volvemos a pintar de colores, con nuevas tonalidades, con nuevos brillos. Reconocer lugares, haber estado en lugares, los paisajes; invitar a los olores que nos despiertan algunas de las narraciones, que nos recuerdan la esencia de ese olor. Tal como las palabras de las expresiones. Describir a los personajes, sus temperamentos, sus sentimientos, sufrimientos, sus alegrías. 

Escribir es reinventar los pasos del pasado andado a la vera del camino. 

Lograr que el lector se enganche, sienta rodar las lágrimas. Lograr que el lector participe en la historia y que camine entre los personajes imaginándose lo que está describiendo; que se adueñe del drama es maravilloso. Todo eso lo logró conmigo, “A la vera del camino”. “

Como ejemplo de lo dicho, Gabriela Servín leyó una parte del libro relacionada con las flores del guayabo y la convivencia de un personaje (tal vez un por del autor) con la madre y la sensación del hogar para alguien que se alejó por circunstancias de la vida. 

Llegado el turno de  Gustavo Macedo Pérez hubo la anécdota de que faltaba que el autor le firmara el libro, algo con una solución muy cercana al terminar la etapa de los comentarios y pasar al brindis de honor y la firma de los ejemplares que esperaban en una mesa cerca de la entrada del museo, a unos pasos del gel desinfectante y como división entre el público que llenaba hasta el pasillo de entrada y el paso de los meseros una vez que las participaciones de los presentadores terminaron. 

Gustavo Macedo describió un aspecto relevante de la forma que se presentan las historias:

“Nos encontramos con un narrador sagaz, con historias que no se nos entrega en forma de fábulas con moralejas, sino que nos empuja a reflexionar sobre temas que nos conciernen a todos y todas: familia, trabajo. política, educación, amor. En este libro encontramos un concierto de voces narrativas, de las cuales tenemos desde las más tradicionales como la voz omnisciente, la voz en primera persona (mi favorita que encontré en este libro) Pero anda por ahí la narración en segunda persona, una sumamente complicada que le aconsejo a mis estudiantes de narrativa que se mantenga alejados, pero aquí veo que la maneja con destreza y nunca me sentí tan abrogado como en ese momento de los textos. Cada narrador que va apareciendo en las páginas desempeña un papel impecable y me parece que la única ocasión en que el autor comente una mínima equivocación es cuando se presenta a si mismo directamente y no como personaje.” 

Señaló que el cambio en las formas de comunicarse: Un video en TikTok en lugar de una serenata, una videollamada en lugar de una carta, entre otros elementos de la sociedad actual no significa que las personas hayan perdido su lazos emocionales, sólo cambiaron las maneras de expresarlo y una muestra de ello era la presencia de todos y todas reunidos esa noche. 

Al terminar de hablar Gustavo Macedo hubo otro detalle para dar un toque festivo a la presentación. Las notas musicales que se extendieron por lo que fue el patio de las oficinas de correos con un mensaje de calma producido con las cuerdas de la guitarra en manos de Víctor Hugo Castillo, sentado casi frente a las enormes puertas del museo, al lado opuesto de los libros enmarcados del autor y tan sutil en su llegada como en su salida. 

Jesús Chávez Marín estuvo de acuerdo con lo de las voces narrativas. Aunque uno de los aspectos que recalcó luego de conocer desde el siglo pasado al autor es la intensión detrás del libro: 

“Al leer el libro de Leo Zavala me fijo que, en un mundo como el que en estos años hemos vivido, donde la avaricia, la violencia, la lujuria, la crueldad, son temas que más nos ocupan: En lo que vemos en la televisión, en lo que vemos en la prensa: y hasta en los libros de ficción que, entre más turbulentos, más lectores consiguen. 

Lo verdaderamente subversivo, no está en el enfrentamiento, sino en la bondad y la serenidad. Escribir con esos elementos es más difícil, pero cuando se consigue, tiene un alcance más trascendente”.

Cuando llegó el turno del autor, se pudo escuchar lo que los presentadores decían del personaje que habita en el libro. Ese emocionado niño que espera con ansias la llegada de la caja de los libros recién impresos y se encuentra con la opacidad, casi total indiferencia de quien entrega de manera cotidiana algo valioso. 

“(…) los de la imprenta, acostumbrados también a entregar fríamente sus productos, de una de las decenas de cajas, extrajeron un ejemplar y me lo dieron.  Me lo dieron mientras mis manos temblaban. Sentí como creo que siente una madre cuando recibe a su hijo recién nacido, pero disfruté enormemente la soledad de ese momento.

Unos días atrás yo estaba ausente de la ciudad y mi hijo Luis Leonardo me insistía en ir él a recoger él las cajas de libros a la imprenta. Mi respuesta fue un tajante NO, los quiero recoger yo mismo. Él me cuestionaba y (“¡Él que culpa tiene! Ahora digo yo) y le dije ¿Acaso cuando tú naciste envié a que alguien te recogiera a la clínica? (. . . )”

Tan intensa es la emoción por un libro que fue editado con recursos propios, con una editora que lo ayudó a acomodar las fotografías que quería que combinaran con los relatos, con la poeta que lo ayudó con una parte del libro mientras otro escritor apoyó con otro elemento. La única institución a la que agradecía en ese momento era al museo Casa Chihuahua por ser los anfitriones de la presentación a la sociedad de ese libro cuyo brindis era regalo de su familia a los invitados a esa celebración en la que el libro se vendía casi para recuperar los costos porque la idea era más el compartir sus anhelos de una comunidad mejor y sus experiencias en relatos que estaban formado de los vivido, platicado y aprendido en varios años. 

Ahí, lo dicho por Gustavo Macedo Pérez acerca del cambio en las formas de estar comunicados se reafirmó cuando en la pantalla junto a los cinco libros enmarcados del autor, apareció la manera de contactarlo por correo electrónico y página para decirle la opinión acerca de su escrito. Con la esperanza de que esa muestra de empatía se quedara con los lectores que esperaba lo recomendaran más que encontrarle los defectos de un texto creado para dar un poco más de esperanza y alegría al mundo.  

Con el vino, llegó la oportunidad de los encuentros ” a la vera del camino” de quienes se levantaron para comprar los libros y recibir una firma o dedicatoria, los que debían irse, los que se reconocieron y no se veían desde meses o años, quienes venían acompañados y casi todos los invitados personalmente por el autor y lo conocían en su amplia trayectoria. 

Al pensar en eso, la exposición “Arte y Tradición Rarámuri” con piezas de 52 artesanas y artesanos de Sisoguichi, Chihuahua. Además 19 imágenes de fotografía documental, que muestran la cosmovisión de la cultura Rarámuri quedó como un buen elemento de esta historia atestiguada por un colibrí sobre las escaleras al lado opuesto de la entrada principal. Algo tan valioso y cotidiano como lo son la flora y fauna expuestas en exposición “De la flora al canto” de José Luis Zesati, experiencia que se encuentra en sus últimos días en el museo. 

Afuera, un poco de fresco, la Luna creciente, algunas nubes, la escultura de las alas, el gorila negro, los estandartes de las exposiciones, los guardias del palacio y una ciudad llena de historias seguía en espera de que alguien se anime a narrar más sobre las vidas que la forman. 

  Si alguien se interesa en los próximos eventos se puede solicitar información en el teléfono 614-429-3300 extensión 11734, y directamente en las instalaciones de Casa Chihuahua, que está ubicada en Libertad 901, en la Zona Centro. El horario de atención es de las 9:00 a las 17:00 horas, solamente cierra los martes, y los domingos la entrada es gratuita.

También vía internet: 

https://www.facebook.com/casachihuahua

https://www.casachihuahua.org.mx/

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