“Voces y Batutas: una noche de emociones” con la Orquesta Filarmónica de Chihuahua

“La música y la cultura están en todas partes, más que para vivir; para sobrevivir, en esta época turbulenta la música es calma.”
Vladimir Sagaydo

Por Paola Sáenz Cruz
Fotos de Paola Sáenz Cruz

Continúa la fiesta, con la Orquesta Filarmónica de Chihuahua que cumple 30 años, se viste de fiesta en cada concierto, y en esta ocasión lo celebra con la luminosa y vibrante voz de la soprano Marcela Chacón, y el carismático y multifacético director Vladimir Sagaydo, quienes unen sus talentos para compartir el escenario en su concierto “Intermezzos, arias y danzas”.

La selección de las obras musicales se unió para crear una emotiva narrativa emocional, antes de que comience la obertura, el silencio se apodero del lugar y las luces se atenuaron en tonos azules; danzantes. Un público expectante, manos nerviosas que se posicionaban sobre las cuerdas e instrumentos de viento, ya el director lo había advertido desde el inicio; esto sería un banquete, uno que iniciaría con una copa de vino, seguido de los tiernos sonidos de las cuerdas, la profunda suavidad de una voz estremecedora, los tonos grises de los trombones y unas manos dirigiendo las aguas apasionadamente.

Tercera llamada. La primera parte comenzó con la obertura de la ópera “La fuerza del destino” (Giuseppe Verdi) preparando a la audiencia para la experiencia emocional que estaba por llegar, para cargar la atmosfera con un toque de pasión y tragedia. El sonido de las primeras cuerdas me recordó a la serenidad del océano antes de que sus aguas comiencen a agitarse y llegue la tormenta. Por las reacciones en algunas personas del publico supuse que les había causado un efecto parecido ¿sería esta la emoción que el director deseaba despertar? ¿Estaría guiándonos con ella también hacia un trágico final?

Dentro del mismo concepto del destino, saltamos al siguiente platillo, entrando de la mano de Sagaydo, Marcela Chacón, en un hermoso vestido con detalles de color azul que armonizaban con el ambiente que ya se había logrado. El silencio espero de nuevo hasta que su voz surgió del mismo con la cavatina; “Ernani Involami” (Giuseppe Verdi). Su voz entonces quedó atrapada entre el anhelo y la desesperación, con un control vocal excepcional que lograba a su vez manejar los cambios dinámicos de la obra y mantener la consistencia del rango vocal, siendo capaz de transmitir la angustia y el dramatismo que conectan con el contexto de la pieza.

Después de agitar las emociones nos encontramos con el intermezzo de la ópera “Fedora” (Umberto Giordano), que llego a modificar la atmosfera para darnos un respiro antes de pasar de nuevo a la tragedia y la melancolía con “Io son l’umile ancella” de la ópera Adriana Lecovreur (Francesco Cilea).

El director con su carisma nos rescato a muchos de las lágrimas, entre los sentimientos encontrados y sus danzas de la mano a su batuta. Marcela siempre agradecida y entregada a su público y acompañantes, posaba sus manos en el pecho y sonreía con gracia, ambos mostrando gran respeto el uno al otro, a sus músicos y a su público, que vaya, ya era suyo.

Pasando de puente en puente avanzamos hacia el intermezzo de la ópera “Adriana Lecouvreur” (Francesco Cilea); Vissi d’arte (Tosca, Giacomo Puccini), aria que desafía a la soprano por requerir un control excepcional entre afinación y sonido, y de la cual, salió triunfante; finalmente, el Intermezzo de la ópera “Manon Lescaut” (Giacomo Puccini).

La ovación que inicio al finalizar la primera parte se silenció poco a poco, el silencio se hizo presente de nuevo y solo se perturba por algunos rumores que alababan a los artistas y compartían su experiencia en redes sociales, expertos, inexpertos, de todas las edades. Se percibe de nuevo el silencio ante la tercera llamada del segundo acto.

El sonido del saxofón golpeo la calma y acarició con alegría a la melancolía previamente dispersa, como Sagaydo había dicho antes de comenzar “la segunda parte es para despertarlos…”, pero, ¿realmente era necesario?, nadie parecía querer despertar de aquel sueño que comenzó a cambiar de matices y a trasladarnos a la pintoresca Italia, preparándonos para lo que venía. Una travesía más.

Chacón también nos había prevenido, Vocalise (Serguei Rachmaninov) es una pieza que representaba para ella un gran reto, una en la que su voz es un instrumento que se suma a los demás, sin palabras, solo la mera expresión y talento humano, su primera vez surfeando en estas notas musicales y, un logro más añadido cuando los aplausos irrumpieron de nuevo.

Entonces Sagaydo se gira, con una expresión en el rostro pide disculpas y da un giro que impacta completamente el ambiente sereno con el Son de la Negra (Blass Galindo, arreglos Ethgar Guierrez), un tema emblemático mexicano, por supuesto que todos comenzaron otra gran ovación y el público se emocionó, no cabe duda que supieron conectar con su público orgulloso de ser mexicano, sin embargo, aunque no hubiesen cerrado con boleros y canciones regionales, la sinergia ya estaba hecha.

Marcela Chacón logro que el publico le acompañara coreando sus ultimas canciones; “Te quiero, dijiste” (M. Grever), “Aquel amor” (Francisco Moure) y, para finalizar; “Dime que si” (Alfonso Esparza).

Y, antes cerrar la noche, nos sorprendieron con una composición original solamente con la voz de Marcela y el acompañamiento del cello a manos de Sagaydo, clamando en italiano una esperanza perdida.

El ciclo de emociones se cerró llenándose la sala de orgullo coreando el Corrido de Chihuahua, el cual se sintió como un agradecimiento inmenso a todos los que nos encontrábamos en el lugar. Si bien el concierto fue ejecutado con maestría y se empatizo aun más con el publico de Chihuahua con su final, me hubiese gustado también no haber salido del ciclo emocional en el que nos sumergieron durante las primeras piezas musicales, que parecían conectarse unas con otras para formar una nueva historia.

Así, la combinación de los instrumentos creó texturas sonoras complejas, el carisma del director y el gran talento de la soprano vibraron nuestros sentidos, todos ahí comenzamos a convertirnos en una masa etérea de emociones que danzaban en el aire, si su propósito era conectar con las personas, lo lograron.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

A %d blogueros les gusta esto: